Aún así estoy trabajando como una cabrona. De 8:30 de la mañana a "open end" y cuando digo open end es las 11, 12, 1 de la noche y de la mañana respectivamente...
No pasa nada, nuevo trabajo, hay que demostrar lo que uno vale y ya me han visto sin maquillaje y con mi peor cara...
Y el otro día voy y salgo a las 7 de la tarde de trabajar, guauuuuuuu!!!!!! Y pienso, venga vamos a hacer algo super interesante: ir a la compra con Jon. De camino al super por nuestra calle hay un bar "Salon" con cortinillas de visillo que han visto mejores épocas, figuritas de porcelana en la ventana y un cartel de no entrar (ya, no se entiende, ¿no se supone que es un bar?). Suelen tener a un chucho enano que ladra en la puerta, normalmente atado a una silla que dejan ahí en plan decoración.
Pues el otro día estaba suelto y cuando salgo de casa, sale disparado ladrando, me pega un ñasco en el tobillo y se vuelve con sus dueños (pareja de clase muy chunga alemana, cuyo cuerpo no ha visto la ducha desde hace siglos, si es que la conocen y deben desconocer el uso de la lavadora).
Jon les dice, "oye que el perro acaba de morder a mi novia, por suerte no le ha pillado el tobillo, solo es un rasguño pero le ha hecho un boquete en el pantalón".
Y responde la tipa (lo siento, pero no tiene ni categoría de señora): "Na und?" Que viene a ser un "Y a mí que me cuentas".
Y dice Jon "pues que podría haber pasado algo, imagina que hubiera sido un niño y que, aunque no sea tan importante, el pantalón era nuevo y ahora no tiene arreglo" (cierto era, pantalón nuevo de lino más clavada del costurero alemán para cogerle el bajo y dejarlo a la altura liliputiense que necesito).
Y va y responde la hija de... "ha! das sieht man doch" - ya, ya se ve que es nuevo (evidentemente arrugado después de un día entero sentada en una oficina).
La cosa se empezó a caldear y nos cerraron la puerta del salón en las narices. Yo me quedé de piedra pensando: "Joder, que esto no pasa en Alemania". Y le digo a Jon "debería llamar a la policía". "Pues llama" me dice él. "Porfa llama tú que tengo tanto cabreo que no me sale ni el alemán".
Yo pensé que se iban a reír de nosotros, pero no. Llegaron, se metieron en el bar, el chucho siguió ladrando y sin atar y dice el dueño: "es que se pone nervioso por la cantidad de turcos de mierda que hay aquí". Olé. Ahí queda eso.
Total, que le obligaron a pedirme disculpas y a darme 10EUR para el sastre y allí que nos fuimos a hacer la compra con 10EUR más...