domingo, 15 de junio de 2014

Los alemanes y la comida

Hay días que me sorprendo en el supermercado pesando: "más de la misma mierda".
Y es que Alemania es un país desarrollado, moderno, con unas ayudas sociales que muchos otros países y aún así, en el tema culinario, dan pena.

Y no es por falta de interés! La tele está llena de programas de cocina, batallas de cocina, cocineros famosos salvando restaurantes, etc... no obstante, cuando se trata de comer, esta gente sigue atascada en el Abendbrot (pan de por la tarde, vamos un sandwich de cena).

Y no solo eso. Los supermercados son tristes... echo de menos un super con una buena carncería, hoy en día, para mí, la carne picada solo viene en paquetes (y mira que mis padres siempre dijeron que la carne solo recién picada y bien fresca y a cocinar en el mismo día).

Cuando voy a España me detengo delante de las pescaderías, ensimismada, qué selección, qué variedad, pero si hasta limpian el pescado! Aquí lo tienen ya fileteado así que no hay modo de saber cuanto tiempo lleva ahí tieso... y si pides que te limpien unos boquerones te miran como si fueras marciana.

Luego pasamos a la fruta y las verduras... que tristeza. Nabos, calabacines, berenjenas y broccoli... ya está, eso es más que suficiente.
No saben que existen espinacas frescas!!!! que no salen de una caja de congelados. Y ni sueñes encontrarte con una bolsa de espinacas lavadas...

Lo único que dominan son las patatas. Si señor, aquí el puré de patatas Maggi tiene pocos adeptos porque toda mami que se precie, sabe hacer un buen puré de patatas. Eso sí, cuando les explicas que la tortilla de patatas que se están comiendo tienen patatas fritas por una misma, te miran con grandes ojos como platos... en fin...

Que me quiten el Lidl y me traigan el Mercadona!

martes, 10 de junio de 2014

I´m back!

Llevo mucho tiempo fuera del radar y hoy me he propuesto volver a dedicarle un poquito de tiempo a este blog y escribir más a menudo.

Después de varios años en Berlín empiezo a tener una sensación rara... me siento como en casa pero no siento que esta ciudad sea mi hogar. En Madrid cada vez que voy de visita me siento más y más extranjera. ¿Será esto lo que les pasa a los expatriados?

Por otro lado, poco a poco, el alemán se va volviendo más y más natural en mi cabeza pero sigue siendo una lengua extranjera para mí. Odio cuando estoy cansada y la gente me habla en alemán, me pone de mal humor.

No puedo más que pensar en todas esas personas que viven en otro país, no hablan la lengua y tienen familias. ¿Cómo lo hacen?, ¿No les resulta muy difícil?, ¿Se acaba uno acostumbrando?

¿Llegará un día en el que me sienta más europea que Española? ¿o en que me alemanice del todo? Eso estaría bueno...

sábado, 31 de marzo de 2012

Telefonofobia

No tenía muy claro yo, si el término telefonofobia como tal existe o si me lo estoy inventando. Bien es cierto que nunca he sido una persona a la que le ha gustado el teléfono. No es que quiera decir que le tenga fobia al teléfono, pero mi vida laboral gira demasiado en torno a estos dichosos aparatos y me generan estrés. En un día normal mi teléfono suena una vez cada 5 minutos. Eso son unas 12 llamadas a la hora, etc. etc.

Tengo dos teléfonos en el trabajo (uno fijo y un inalámbrico). Como no, cuando alguien llama al fijo y comunica, lo intentan en el inalámbrico... así que tú estás dándole palique al cliente de turnos con muchos aja, uhu, comprendo, claro y algún idiota está venga a insistir a ver si por arte de magia me salen otro par de orejas y boca para coger el otro teléfono.
La ley de Murphy dice (o entonces lo tendrían que añadir) que basta que te vayas al baño para que te llamen y además te pregunten que donde estás. Ganas no faltan de decir: "¡En este momento tengo el pantalón y bragas a la altura de los tobillos y me estoy aguantando el pis para que no lo oigas, así que si no te importa, déjame mear en paz!".

Puede que el hecho de tener que ser tremendamente encantadora y atenta con los clientes al teléfono horas y horas y horas me quiten las ganas. También puede ser que me gusta ver a la gente a los ojos, como sonríen, tocarles... el teléfono me deja fría.

Y luego está el tema de los tonos. Esto le ha pasado a todo el mundo. Estamos en nuestro restaurante indio favorito y suena el teléfono del bar, yo me pongo tensa por el sonido y es que, como no, tiene el mismo tono que el teléfono de mi trabajo. Y tan facilmente se me va a la mierda una cena romántica.