sábado, 31 de marzo de 2012

Telefonofobia

No tenía muy claro yo, si el término telefonofobia como tal existe o si me lo estoy inventando. Bien es cierto que nunca he sido una persona a la que le ha gustado el teléfono. No es que quiera decir que le tenga fobia al teléfono, pero mi vida laboral gira demasiado en torno a estos dichosos aparatos y me generan estrés. En un día normal mi teléfono suena una vez cada 5 minutos. Eso son unas 12 llamadas a la hora, etc. etc.

Tengo dos teléfonos en el trabajo (uno fijo y un inalámbrico). Como no, cuando alguien llama al fijo y comunica, lo intentan en el inalámbrico... así que tú estás dándole palique al cliente de turnos con muchos aja, uhu, comprendo, claro y algún idiota está venga a insistir a ver si por arte de magia me salen otro par de orejas y boca para coger el otro teléfono.
La ley de Murphy dice (o entonces lo tendrían que añadir) que basta que te vayas al baño para que te llamen y además te pregunten que donde estás. Ganas no faltan de decir: "¡En este momento tengo el pantalón y bragas a la altura de los tobillos y me estoy aguantando el pis para que no lo oigas, así que si no te importa, déjame mear en paz!".

Puede que el hecho de tener que ser tremendamente encantadora y atenta con los clientes al teléfono horas y horas y horas me quiten las ganas. También puede ser que me gusta ver a la gente a los ojos, como sonríen, tocarles... el teléfono me deja fría.

Y luego está el tema de los tonos. Esto le ha pasado a todo el mundo. Estamos en nuestro restaurante indio favorito y suena el teléfono del bar, yo me pongo tensa por el sonido y es que, como no, tiene el mismo tono que el teléfono de mi trabajo. Y tan facilmente se me va a la mierda una cena romántica.