Así comenzó la semana santa de libertad para mis padres. Silvestre, el nuevo gatito, desapareció. Es más lanzado que Luna y no se conforma solo con jugar por el jardín, sino que se escapa a la calle (como acabamos de descubrir). Y un día no volvió. Mis padres desataron la operación "Quién sabe dónde". Carteles plastificados en el barrio, veterinarios, sociedades protectoras de animales, etc.
Mientras tanto, se percataron de que en la farola que se encuentra al lado de la casa de enfrente, alguien había quitado el cartel. Bueno, casualidad, un gamberro. Menos casualidad fue encontrar la goma de pelo rosa que utilizábamos como collar también en los aledaños de esa casa...
Ya desesperados, mi padre se lanza a la calle con bloc de notas a llamar a las casas de los vecinos a preguntar y a tomar detalles. La vecina de la casa de enfrente no quiere abrir la puerta y lo que dice suena raro. Por la tarde, allá que se va mi madre en plan "no sin mi mascota" y vuelve a llamar a la casa (haciéndose la sueca). La vecina no abre y empieza a decir cosas raras al telefonillo: cómo es que dejan a un gato salir de casa, cómo es que no tiene un collar de verdad, etc... Mi madre le dice que la policía está avisada, que todos los veterinarios de la zona están avisados (porque lleva microchip), etc.
Un par de horas más tarde, recibe mi madre un mensaje en el móvil diciendo: "no busques más al gato, lo has encontrado".
Pues sí, los niños de los vecinos vieron al gato, lo cogieron y se lo llevaron a casa. Vale, hasta ahí todo bien. Quitar el cartel, sacarle el "collar" (goma de pelo precisamente porque todos los collares eran demasiado grandes), mentir a mis padres a la cara... me parece cruel, inhumano y despiadado. "No es que los niños querían un gatito y mi marido no, y con eso de que lo habíamos encontrado pues a lo mejor le convencíamos". Señora ROBADO querrá decir. ROBADO.
En fin, que sigo alucinando pepinillos... habrá que no quitarle el ojo al gatín porque en sus excursiones puede encontrarse con la Cruela de Vil gatuna!!!!