Pensé que el siguiente post iba a ser sobre la Berlinale y el cocktail al que estábamos invitados, pero debido a un cambio repentino de planes, el viernes tuve un día digamos "curioso" y os lo tengo que contar.
Encontrábame yo el jueves por la tarde en un museo cuando "piticlín, piticlín": el móvil. Lo cojo y adivina adivinanza... el jefe. Hasta ahí bien, teniendo en cuenta que mi jefe es un sol, pero de repente la sargento encargada de salvaguardar las obras de arte de la sala 16 del tercer piso de la Altes Nationalgalerie, se me acerca a decirme un amable "Hier dürfen Sie nicht telefonieren" (aquí está prohibido hablar por teléfono) así que, rauda y veloz, intento salir al vestíbulo pero, no se cómo, me voy adentrando más y más en el museo, de sala en sala, de sargento en sargento y mientras tanto mi jefe seguía hablándome y yo sin enterarme de nada.
Ya en el vestíbulo me enteré de qué se trataba el asunto. Acompañar a un grupo de empresarios y hacerles de intérprete durante la Fruit Logistica (una de las ferias más grandes de frutas y verduras). Hasta ahí bien, ¿no?, se supone que soy intérprete y por fin una feria que no sean máquinas y más máquinas... Y es que esta feria también tiene un poco de obra de arte y, para muestra, un botón.


La verdad es que fue una verdadera delicia y me acordé mucho de mis compis repartidos por el mundo. Como siempre los japoneses logrando lo imposible... manzanas alteradas genéticamente para que sean enormes (y con una apariencia perfecta) y a las que se les había pegado un dibujo para que no cogiera color por los rayos de sol y al recolectarla tuviera un bonito dibujo...
También fue una verdadera tortura, ¡qué tomates!, ¡fresas!, ¡granadas!, ¡aguacates marrón oscuro y no verde fosforito! y es que digan lo que digan, la cesta de la compra en Alemania es barata, pero tengo un aguacate envuelto en papel de periódico esperando desde hace tres semanas a ver si deja de ser piedra y pasa a ser fruto, y ¡nada, oiga!
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